HOLA A TODOS

Este blog se ha creado de forma secundaria al blog Adictos a la Escritura, para poder dar cabida a las publicaciones de aquellos miembros que carezcan de un lugar propio.

Un saludo

Sandra

viernes, 28 de diciembre de 2012

Título clave -Autora, Mica-

Una señal.

Otro aburrido día de escuela, aunque no creo que así se le pueda llamar a este lugar. Me encontraba caminando hacia la lúgubre mansión por el sendero hecho barro que llevaba hacia ella. Los fantasmales cuervos negros, parecían observarme desde los árboles, pero yo ya estaba acostumbrada a su mirada.
En fin, cuando llegué a la gran entrada del lugar, me detuve a saludar a la portera, y retomé mi camino hacia el salón.
Ya estaba llegando, cuando vi a mi amiga, Emilia. Parecía un zombie. Iba a acercarme para gastarle una broma sobre su aspecto, pero al hacerlo, noté que tenía una cara de espanto que podría perturbar a cualquiera, tenía la vista puesta en un punto ciego, y lloraba repitiéndose ‘vendrá por mí’ una y otra vez. De repente se derrumbó y calló sentada al piso, se puso en posición fetal mientras lloraba más fuerte y se repetía esa frase una y otra vez. Pronuncié su nombre para hacer que me prestara atención, pero no reaccionaba. Me asusté y salí corriendo hacia mi salón para avisarle al profesor.
Una vez que llegué y le grité lo que había visto, nos dirigimos al lugar en donde estaba Emilia. Pero al llegar, me llevé una sorpresa al descubrir que ella ya no estaba ahí. Me pusieron un castigo por ‘hacer una broma’ de tan mal gusto, pero no me importó, no me podía sacar esa imagen terrorífica y esa frase de la cabeza.
Cuando el profesor tomó lista, no pude evitar estremecerme al oír que Emilia estaba ausente. ¿Es que me estaba volviendo loca? Yo la había visto en el pasillo, quizás se había retirado antes.
Mis compañeras estaban preocupadas por otras cosas, entre las cuales se encontraba la fiesta que harían por la tarde. Intenté involucrarme en la conversación y convencerme de que lo que había visto y oído era un producto de mi imaginación, pero parecía tan real...
Tocó el timbre del recreo y fui hacia el baño de chicas, entré con la cabeza puesta en mi bolso, buscando mi celular para enviarle un mensaje a Emilia. Estaba en eso, cuando decidí echarle un vistazo al gran espejo que había frente a mí, y así ver si el miedo que tenía se veía reflejado en mi cara. Pésima decisión. El lavamanos estaba lleno de sangre y en el espejo se dibujaba la frase ‘La que sigue eres tú’ y una flecha dirigida hacia el costado del baño. Seguí la flecha y chillé con tanta fuerza que me dolió la garganta. Mi amiga estaba ahí, sí, tirada sobre un charco de sangre, con los cabellos enredados y la mirada perdida. Por alguna razón, corrí hacia ella y me senté a su lado, gritando su nombre, tomando su lastimada mano y apretándola con fuerza. Ya no podía ver bien por las lágrimas saliendo de mis ojos, tenía un nudo en el estómago y me dolía el pecho. Y así estaba, sin saber que era lo que debía hacer, cuando de pronto me percaté de algo en su brazo, quité las lágrimas de mis ojos y volví a gritar. Unos cortes se esparcían por toda la longitud de su brazo derecho, con trazos firmes y feroces. Intenté aclarar mi mente, y me levanté del piso. Mis piernas temblaban, y se me hizo muy difícil mantenerme en pie. Comencé a sentirme mareada, vi borroso, y segundo después, todo se tornó negro.
Desperté en la enfermería de la escuela, sobre una camilla. La enfermera que me atendía, me dijo que me habían encontrado desmayada en el baño, y de repente recordé lo que había pasado, la sangre, mis gritos, el cuerpo inerte de Emilia. Me incorporé bruscamente y perdí el equilibrio, no llegué a caerme, pero la enfermera me dijo que tuviera cuidado, me había golpeado la cabeza al caer. Le pregunté si yo estaba sola cuando me encontraron, y me contestó afirmativamente. Salí de ahí y comencé a correr hacia el baño. Estaba ya llegando, pero alguien me detuvo. Era una de las profesoras, le conté que me había desmayado, omitiendo la causa, y cuando hube terminado de contarle mi historia, me dijo que vuelva al salón. Me dirigí a este pensando que todo había sido un sueño, o mejor dicho, convenciéndome de eso. Cuando por fin ingresé, el profesor preguntó por mi accidente, y al llegar a la conclusión de que todo estaba bien, me envió a sentarme. Casi suspiré de alivio al ver a Emilia sentada allí junto al banco hacia el cual me dirigía, todo había sido un sueño. El profesor siguió copiando ejercicios en el pizarrón, y todos aprovecharon a comenzar a hablar, yo también quería hablar con mi amiga, y asegurarme por completo de que nada de lo que había visto había sido real. Mientras charlaba con ella, noté algunas lastimaduras en su brazo derecho, pero no le di importancia. Luego de un rato, todos comenzaron a hacer los ejercicios, ya que el profesor había terminado de copiarlos y se había dedicado a observarnos con fijeza. Me miraba algo confundido cuando le preguntaba algo a Emilia, como si yo estuviera loca...
También pasé el recreo con ella, todos me miraban muy extraño mientras conversábamos. Estábamos caminando por el pasillo, cuando vimos que mis papás estaban en la oficina del director, él les estaba diciendo algo con la preocupación marcada en el rostro. Mi mamá me miró con tristeza, y mi papá la abrazó en forma de consuelo. Le pregunté a Emilia si ella sabía algo, y mi mamá comenzó a llorar. Los tres salieron de la oficina y después todo pasó muy rápido.
Dos hombres vestidos con monótonos uniformes blancos me llevaron hacia una camioneta igual de blanca, y me colocaron una extraña camisa blanca que no me permitía estirar los brazos, manteniéndolos en una incomodísima posición. Mis papás estaban llorando, y yo no entendía nada. Los dos hombres me metieron a la camioneta y me acostaron sobre una camilla. El vehículo se puso en marcha, y yo veía como me alejaba de ese extraño lugar al que llamaba escuela: el bosque que se esparcía alrededor de la elevada mansión, el deshecho camino que guiaba hacia ella, los cuervos negros que seguían observándome macabramente; mis papás, el director, mis amigas, todos allí parados llorando desconsoladamente. Yo sigo sin entender nada, pero Emilia encontró la manera de entrar conmigo a la camioneta y me dijo que todo va a estar bien, y que ella siempre va a estar conmigo...

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